MUERE YUDIEL FLORES TOVAR EN EL AMATE: URGE REVISIÓN DEL SISTEMA PENITENCIARIO EN CHIAPAS

 MUERE YUDIEL FLORES TOVAR EN EL AMATE: URGE REVISIÓN DEL SISTEMA PENITENCIARIO EN CHIAPAS

Chiapasenlamira.comEsta mañana se confirmó la muerte de Yudiel Flores Tovar, conocido en redes sociales como “El Coyote Consentido”, quien se encontraba recluido en el Centro Estatal de Reinserción Social para Sentenciados No. 14, El Amate, ubicado en Cintalapa, Chiapas.Flores Tovar fue sentenciado a más de 23 años de prisión por delitos relacionados con la elaboración y difusión de material de explotación sexual infantil. Su caso generó amplia atención mediática y judicial, tanto por la gravedad de los cargos como por su previa exposición en plataformas digitales.No obstante, en los últimos meses, su nombre volvió a resonar no por el proceso penal en su contra, sino por las denuncias públicas que realizó desde el interior del penal. En audios y videos que circularon en redes sociales, Flores Tovar acusó tratos inhumanos, negligencia médica, extorsiones a familiares y agresiones físicas por parte de personal penitenciario. Incluso responsabilizó directamente al director del penal, Dalmacio Becerril Tapia, de haberlo golpeado y de encabezar presuntas prácticas de abuso dentro del CERSS 14.Hasta el momento, las autoridades no han informado públicamente las causas oficiales del fallecimiento ni han respondido a las denuncias previamente expuestas por el ahora occiso. Esta omisión preocupa, dado que no es la primera vez que se señalan graves deficiencias en las condiciones de internamiento en El Amate.Organizaciones civiles, familiares de internos y exfuncionarios han advertido que las extorsiones dentro del penal son una práctica persistente. Diversas familias aseguran haber recibido llamadas desde el interior del reclusorio para exigirles dinero, con la promesa de “cuidar” a sus parientes, o bajo amenazas veladas si no se cumplían dichas cuotas.Frente a estos hechos, la muerte de Yudiel Flores Tovar no puede ser asumida como un incidente aislado. Exige una revisión urgente e independiente del funcionamiento del sistema penitenciario en Chiapas. El Estado mexicano tiene la obligación legal y ética de garantizar condiciones de vida dignas, incluso a personas en situación de reclusión.Más allá de los delitos por los que fue condenado, el fallecimiento de un interno bajo custodia del Estado debe ser esclarecido con transparencia. Porque un sistema penitenciario que calla denuncias y normaliza la violencia corre el riesgo de convertirse en una estructura paralela de castigo extralegal, opaca y ajena al debido proceso.El caso de El Amate, como tantos otros, nos recuerda que el respeto a los derechos humanos no puede depender del perfil del reo ni del delito cometido. Debe ser una garantía permanente, y su omisión —por acción o negligencia— compromete la legitimidad de todo el sistema de justicia.MEMORIA DE UN MAYO QUE NO DEBE OLVIDARSE¿Se acuerdan?Era 25 de mayo de 2016, y Chiapas hervía. En Tuxtla Gutiérrez, miles marchaban en solidaridad con los maestros que habían sido brutalmente reprimidos por la Policía Federal. Las calles retumbaban con consignas, coraje y dignidad. Al mismo tiempo, en los Altos de Chiapas, se desarrollaba un episodio que marcaría un antes y un después en la política local: Eduardo Ramírez Aguilar, entonces presidente del Congreso del Estado, era retenido en Chenalhó por pobladores que exigían la renuncia de la alcaldesa Rosa Pérez Pérez.Lo que comenzó como un rumor —“ERA fue secuestrado”— se confirmó horas más tarde: el operador político del entonces gobernador Manuel Velasco Coello fue obligado a vestir el traje tradicional de mujer tsotsil y a bailar en la plaza pública. Afuera, el cerco comunitario se reforzaba con palos, piedras y barricadas. Nadie podía entrar ni salir.Pero alguien sí entró. En apenas media hora, apareció Yudiel Flores Tovar, conocido como El Coyote Consentido. Mientras la policía estatal y federal no podía acceder, él logró entrar y grabar la declaración de Eduardo Ramírez, convirtiéndose en testigo presencial y pieza clave en la documentación de aquel momento. ¿Cómo lo hizo? No se sabe. Pero ahí estaba, con su cámara encendida, mientras el poder era rebasado por el resentimiento social de un pueblo.Y entonces ocurrió lo insólito: el ex presidente municipal de Chenalhó, encarcelado por conflictos políticos, fue liberado sin boleta de excarcelación y llevado físicamente hasta la plaza central, donde lo esperaban miles. La escena fue simbólica: el encarcelado regresaba, mientras la alcaldesa aún en funciones era obligada a renunciar y el presidente del Congreso era humillado públicamente. El vehículo oficial de Eduardo Ramírez fue incendiado, y el Congreso del Estado terminó aceptando la renuncia de Rosa Pérez Pérez.Personalmente, no compartimos la idea de que vestir a un hombre de mujer sea un acto humillante. Esa lectura perpetúa la visión de que lo femenino es inferior, que el cuerpo y la identidad de las mujeres pueden usarse como castigo. Pero más allá, aquel episodio fue un símbolo del profundo desencanto de los pueblos originarios ante un poder que ha gobernado con abuso, violencia y saqueo.No era la primera vez que Chiapas mostraba su capacidad para rebelarse desde las raíces. Pero sí fue una de las pocas veces que la política tradicional fue forzada a bajar la cabeza. No por votos, no por encuestas, sino por el hartazgo.El Coyote Consentido, convertido en testigo de aquella jornada histórica, sería años después encarcelado en el penal de El Amate, donde moriría tras denunciar tortura, extorsiones y negligencia médica. El sistema que ayudó a exhibir, terminó por callarlo.Eduardo Ramírez, por su parte, continuó su carrera: senador, aliado de Morena, operador político… y hoy, gobernador de Chiapas. La historia se invierte. El testigo fue silenciado. El poder fue premiado.A casi nueve años de aquel episodio, vale la pena preguntarse:¿Qué tanto se ha aprendido?¿Dónde está esa capacidad de organización y acción colectiva que un día hizo temblar al Congreso?Hoy, el discurso del “Humanismo Mexicano” recorre los pasillos del poder, pero en cárceles como El Amate no hay ni rastro de ese humanismo. Hoy, los medios independientes son castigados con silencio presupuestal. Hoy, la crítica se convierte en sinónimo de castigo, el disenso es vigilado, y la represión se maquilla con el lenguaje de la transformación.Traer la memoria al presente no es nostalgia: es resistencia.Recordar es entender que lo vivido no fue anecdótico. Fue histórico.Fue un momento de quiebre que nos mostró que el poder también tropieza, y también puede ser confrontado.Lo que ocurra mañana dependerá de cuánto esté dispuesta la sociedad chiapaneca a dejar de reír, a dejar de evadir, y a empezar —de nuevo— a organizarse.

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