Los community managers y la reconstrucción del ente político

 Los community managers y la reconstrucción del ente político

Luis Fernando Bolaños Gordillo Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser…

FeuerbachHay enfoques que promueven la noción de que los community managers son los profesionales que tienen el “arte” de unir a las personas con los personajes públicos. En el ámbito político, esto aparte de ser tecnopopulista, muestra la capacidad del sistema neoliberal para convertir a cualquier político en mercancía. Si la publicidad tiene la capacidad de provocar que los consumidores asocien una idea a un producto, el uso de las redes sociodigitales contribuye a que los políticos se conviertan en marcas y no en fuente de ideas o proyectos.En su orden simbólico, el sistema dispone de medios y capital humano para fabricar en serie personalidades carismáticas llenas de prestigio envueltas por infinidad de cualidades que son consumidas por los miles o millones de seguidores de cada instancia política. Un factor que limita una mirada profunda a este problema es que ya no estamos percibiendo al ser, lo que apreciamos es su aparición manipulada; ésta por sí misma no puede explicar su totalidad como persona porque es fabricada por un tercero.Pareciera que los políticos no son ni existen si no tienen presencia en las redes sociodigitales, para eso están los community managers que tienen la capacidad y las técnicas para gestionar su presencia on line, y hacer que la gente se identifique con el producto, ya sea por los microtextos o por las imágenes que los acompañan. Esto corresponde más al ámbito de las simulaciones, porque los políticos dan más atención a su presencia on line que la retroalimentación con el pueblo.La insistencia de convertir al político en una marca, construirle comunidades, invertir en la creación de contenidos o legitimarlos en las redes sociodigitales a través del like “orgánico”, propicia que su aparición no sea real, sino que corresponda a una hiperrealidad donde la copia borra al original. El empoderamiento del ser en su dimensión política es falso, su capacidad cognitiva queda debilitada, su atuendo es elegido por un especialista; esto caracteriza al devenir que ha tenido la digitalización de la política en su dimensión de espectáculo.Estamos ante un problema ontológico, porque en ese entramado se borran las partes negativas de los políticos y se destacan sus virtudes, la autenticidad no existe; la homogeneización de un ser político idealizado propicia, paradójicamente, que todas las partes, llámense políticos, partidos, funcionarios públicos y gobierno en sus tres niveles, estén rebasados por la cantidad incuantificable de significados falsos que se comparten en fotografías, reels, posts o los comentarios hechos por la gente. Esto es un caos que es instituido como un orden coherente.Los community managers, influidos notablemente por estilos norteamericanos, ya no se limitan a posicionar a sus clientes en los encabezados de los diarios, en los teasers de los noticiarios radiofónicos y televisivos o que estén visibles en posters, pendones o espectaculares; ahora hipervisibilizan a sus clientes en todas las redes sociodigitales con el objetivo de dotarlos de alma, valores, prestigio, trayectoria, ideas, conocimientos, pero todo esto en su conjunto es una hipersimulación.De esta forma, la gestión de una comunidad digital no se hace en términos de conciencia social; lo que necesita la gente se toma simplemente como base para hacer aparecer de ciertas formas a los políticos en todas sus redes sociodigitales. La imagen del político reconstruido a placer por un tercero tiene una funcionalidad que implica en sí misma una relación de equivalencia, pero no con la sociedad, sino con lo que el sistema quiere mostrar. La digitalización del ente político muestra que el valor de uso es una relación social asimétrica que tiene un marcado contenido ideológico que, paradójicamente, se entrelaza con la ingeniería de la imagen, la publicidad, la mercadotecnia y el branding.Paradójicamente, sin importar que sean de derecha o de izquierda, cada instancia política tiene presencia en las redes sociodigitales y se valen de técnicas publicitarias, mercadotécnicas o propagandísticas, para mercantilizar a sus representantes. El auge que tienen los que se dedican a administrar los perfiles digitales de los políticos, propician que la política obedezca a las condiciones materiales impuestas por el capitalismo: los políticos tienen valor de uso y de cambio. La voluntad del comunity manager dar sentido a su objeto reconstruido con atributos que no le corresponden es un acto político, pero que lleva implicaciones económicas. En este orden de ideas, el sujeto productor es, ante todo, un sujeto politizado que tiene reciprocidad con el orden simbólico y éste con el sistema político hegemónico.La superficialidad omnipresente genera que el político más que ser un agente del desarrollo sea una mercancía que de satisfacción a quien la consume, y ésta se basa en el reconocimiento del valor del político que, en este caso, es un artificio que forma parte de un escenario. En su obra La sociedad del espectáculo, Guy Debord apunta que “La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que pseudo mundo aparte, objeto de la pura contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra de nuevo, cumplida, en el mundo de la imagen autonomizada, en donde la mentira se ha mentido a sí misma”.Los políticos digitalizados son la más viva expresión de todas las contradicciones de la vida moderna capitalista y los community managers son escritores de guiones de telenovelas que, si ponemos la debida atención, muestran la parte más oscura de la condición humana.

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